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Peter Bobinski tenia treinta y cinco anos, su estatura rozaba el metro noventa y siete y, pese a su ascendencia centroeuropea la cual dejaba patente su apellido, el aspecto que ofrecia -sobresaliendo tanto el cabello rubio como los ojos azul topacio- era el de un norteamericano que hundia sus raices en los mismisimos pioneros puritanos anglosajones del Mayflower, quienes en mil seiscientos veinte y procedentes de Inglaterra pusieron el pie en aquel nuevo y, entonces, hostil mundo allende el oceano. Justo en esa cuestion recapacitaba mientras, tras dormir apenas cuatro horas y aun asi de mala manera viendose sometido a un tan incomodo como insistente duermevela, pasaba con cuidado la cuchilla por sus mejillas apurando el afeitado de la barba crecida durante la vigilia nocturna. Y no era baladi para Peter, teniendo en cuenta como en su diseno del devenir futuro constituia algo asi como un arma poderosa; hasta una especie de Kryptonita para sus rivales, quienes eran muchos, pero en especial uno que se le resistia -tan contumaz como obstinado- en su carrera profesional; la cual y hasta esos instantes frente a si mismo, viendo reflejada su estampa en el espejo, permanecia jalonada de exitos rotundos e incuestionables. Y la imposibilidad de conciliar un sueno reparador habia sido suscitada de manera indecente por los movimientos de ese competidor, sabedor de los puntos debiles de Peter; sus zonas oscuras, sus angulos muertos, llegados a su conocimiento por la eficaz labor escudrinadora de una cohorte de sujetos bien carentes de escrupulos -y mucho menos de principios- contratados ex profeso para levantar las alfombras por donde el habia pisado durante toda su existencia. Y Peter no tenia mas opcion que reconocer como lo habian llevado a cabo de manera concienzuda, maxime a tenor de las cosas que ese sucio rival habia tenido constancia gracias a ellos y las argucias para escarbar en su vida, arrancando con metodos censurables informacion muy intima, sin dejar de acudir a ciertos enemigos, desde la universidad, pasando por el equipo de futbol americano donde en su juventud habia sido idolo, hasta las mismas empresas en las cuales, tras concluir el periplo estudiantil, habia prestado servicio incluso como vulgar e imberbe becario. De cualquier forma, lo mas doloso para Peter habia sido enterarse de sopeton como habian forzado a su colega en el bufete de abogados, el cual habian compartido hacia anos, a soltarles detalles escabrosos de los tejemanejes que ambos tuvieron que llevar a cabo para favorecer a clientes y, de paso, a ellos mismos y sus cuentas corrientes. Eso era un juego muy sucio y no se lo perdonaria jamas, aunque si a Charles, su socio y amigo, por cuanto era consciente de sus devaneos con el propio sexo y los vicios insanos a los que se entregaba de manera cotidiana tras la fachada de leguleyo de trato afable, modales aristocraticos, perfil conservador en politica y marido fiel -entre comillas- de una genuina representante de la alta sociedad de la costa este. Peter se hizo cargo de la presion ejercida sobre el bueno de Charles y recordo dias pasados, ambos en el bufete, cuando le habia pillado con el jovencisimo conserje del edificio en plenos trabajos manuales en su propio despacho. Para el habia sido una anecdota e, incluso despues de continuar con el negocio juridico abierto durante mas de un lustro, jamas se le ocurrio ni siquiera sacar el tema a colacion y, mucho menos, censurarle su adiccion a los jovencitos; tal vez, tenia que reconocer con sinceridad para si mismo, por identica inclinacion que Peter sentia salvo que, en su caso, era por las jovencitas que se ponian a su alcance. Ese detalle si que le preocupaba, y mucho mas que las confidencias de Charles acerca de la ingenieria financiera a la que sometian las partidas contables de sus clientes, a modo de encaje de bolillos con tal de burlar el cerco ferreo y el afan insaciable recaudador de la Hacienda Publica; tecnicas que extendian ambos socios a sus propias liquidaciones anuales en la declaracion de la renta, que siempre resultaban muy favorables debido a sus martingalas; las cuales, por cierto, jamas fueron detectadas por sucesivas inspecciones, saliendo airosos de los brutales envites que tuvieron que soportar de aquella suerte de perros de presa en busca de marrullerias en las cuentas. Aunque lo que de verdad le habia quitado el sueno a Peter era un desliz de caracter muy intimo el cual, en manos de su competidor, haria inutil cualquier intento de persistir en la carrera que habia iniciado contra el y solo el, dado que los demas candidatos para el puesto ambicionado por ambos apenas tenian recorrido, dejando aparte que se habian rajado al primer empujon dialectico recibido tanto de el mismo como, en especial, de aquel. Y es que el pertinaz competidor contaba con suficientes pruebas, en forma de trapos malolientes donde el aroma de la corrupcion predominaba, sumados los cadaveres en los armarios de cada uno almacenados durante sus respectivas carreras como servidores publicos, que fueron letales para sus aspiraciones y abandonando de manera definitiva cualquier esperanza de seguir adelante con sus candidaturas, las cuales estaban claramente abocadas a un estrepitoso fracaso e, incluso, pudiendo salir malparados con alguna revelacion filtrada a la prensa; implacable en esos casos donde se remanga para hacer mucha pupa con su tradicional manipulacion demagogica de cualquier indicio de corruptela. Peter se enjuago la cara, observo su rostro con gesto serio en el espejo y penso en el peligro inminente que le acechaba, y ya no solo en la carrera por un puesto de renombre y prestigio social, amen de unos ingresos que elevarian su ya alto nivel de vida, sino que causaria un terremoto en su ordenada convivencia familiar, comprometiendo de manera rotunda tanto la relacion con su esposa, Sharon, quien incluso a sus treinta y tantos conservaba todavia ese halo de nina bien, nacida en los barrios residenciales de Boston y acostumbrada desde la cuna al trato con una sociedad estricta y bien cerrada para los advenedizos. Y ni que decir tiene que mucho mas a sus hijos, a quienes seguro afectaria mas su conducta. Debia buscar una solucion y, por supuesto, rapida ya que era cuestion de poco tiempo como la escabrosa confidencia, arrancada de los labios de Charles le sirviese a su feroz rival para hundirle en el espeso y putrefacto lodo de la reprobacion publica y, de camino, acabar con su matrimonio, su posicion y su fuente de ingresos; toda vez que dificil seria superar el cordon de aislamiento social al que se le someteria nada mas conocerse los detalles morbosos de una relacion contra natura, de la cual era cautivo desde hacia muchos anos y que, en ese mismo instante, le atormentaba.

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