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LIBRO GUERRAS MESCALERO EN RIO GRANDE PDF GRATIS

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Autor de la obra

Alber Vazquez

Este autor, ALBER VAZQUEZ , es reconocido dentro de esta rama sobre todo porque tiene más de un libro por los que es reconocido a nivel nacional, pero asimismo fuera de nuestras fronteras.

Es un gran conocedor de la temática, por eso entre los géneros literarios que normalmente acostumbra escribir está/n 2017 FICCION HISTORICA LITERATURA Y FICCION .

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Esta obra puede clasificarse en cantidad de categorías, pero una de las más esencial es:
2017 FICCION HISTORICA LITERATURA Y FICCION

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Resumen de GUERRAS MESCALERO EN RIO GRANDE

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Esta gran novela de aventuras narra una historia que nadie conoce: la de los espanoles que, en el siglo xviii, vivieron entre las riberas de los rios Grande y Pecos. Colonizaron aquellas tierras y fueron los primeros en enfrentarse a un enemigo fiero e imprevisible: los apaches.

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Resumen del libro

Era el primer dia del verano de 1779. O el segundo. O el tercero. Cualquiera lo sabe. ?Cuando comienza realmente la estacion? Seguro que se trata del veintitantos de junio, pero ?quien lo sabe con certeza? Y tampoco es que importe demasiado. No cuando lo que tienes ante ti es la gran batalla que llevas meses y meses aguardando. Anos, si quieres. Vamos a luchar contra los malditos apaches lipanes y los vamos a enviar a todos, a todos y cada uno de ellos, al infierno. No vamos a dejar cuerpo con vida. Mataremos a los guerreros que se presenten a la batalla y, despues, cuando hayamos dado buena cuenta de ellos, entraremos en sus campamentos y arrasaremos con todo. Son las ordenes y vive Dios que las vamos a cumplir: ni un solo lipan mas sobre la faz de la tierra, pues los lipanes son, entre los apaches, las alimanas mas infectas. Exterminio absoluto. Es el plan. Y si, por azar del destino, algo se tuerce y no lo conseguimos, al menos acabemos con tantos como podamos. Si, sencillo.

Si, al estilo de las tierras del Rio Grande: todo es lo que parece. Tu muerte es mi calma. Porque cien anos no son suficientes. No, diablos, no lo son. Nosotros llegamos primero a estas tierras. Son nuestras. Nuestra casa desde hace mas de dos siglos. Y ahora esos perros malnacidos vienen y deciden quedarse con todo lo que con tanto esfuerzo hemos levantado. Creado de la nada. Perros lipanes: no te acerques a ellos pues te robaran el caballo, se comeran a tu perro, abriran el cuello de tu mula para beberse su sangre, violaran a tu esposa, mataran a tu primogenito y dejaran con vida al resto de tus vastagos, para que vean como se rien mientras te abren el vientre de parte a parte. Asi que vamos a matarlos a todos y asunto resuelto. El apache lipan es un error de Dios. Perdonesenos el atrevimiento, pero algo asi no puede haber sido concebido de forma cabal. Nuestro Senor tambien comete errores. Lo hace, y los lipanes son la prueba.

Nunca algo semejante deberia haber pisado esta tierra. Ruborizarian al mismisimo Satanas. Verguenza en el diablo por no estar a la altura de las circunstancias. Mas crueles, mas salvajes, mas inhumanos, mas feroces, desalmados y sanguinarios. --Sargento, que no se desordene la columna --dijo el teniente Miguel Gauna mientras, a lomos de su caballo, observaba la alineacion de los guerreros lipanes. Ni un cuarto de legua frente a ellos. Con el Rio Grande a sus espaldas y esa sonrisa de perro loco en sus rostros. --A sus ordenes, teniente --replico el sargento. A la columna no le sucedia nada. Una treintena de dragones a caballo perfectamente formados. Prestos para, a la orden del sargento, abrirse en formacion de ataque y, lanzas en ristre, embestir a la horda lipan. A quien todo aquello estaba poniendo realmente nervioso era al teniente. Demasiado mayor para estos asuntos, de verdad que si. Cincuenta y cuatro anos, la piel arrugandosele por momentos y la chicha retrayendosele. El tiempo no pasa en balde y el nunca ascenderia a capitan.

Pero, y de esto no le cabia duda alguna, seguiria matando apaches antes del retiro definitivo. Cuatro o cinco anos mas. Y, despues, se acabo todo. --!Sargento! !Cuente! --exclamo, asiendo con fuerza las riendas de su caballo. ?Contar? Los hay a cientos, teniente, y no paran de moverse. No ha nacido el espanol que pueda contar una horda lipan. Dale una patada a un hormiguero y dime cuantas hay. !Imposible! --Doscientos o trescientos --aventuro, sin embargo, el sargento. Sargento Mariano Ledesma. Veinticinco anos y dispuesto a llegar a coronel. El tipico soldado que observa, comprende de que va todo este asunto y se pone a ello. Con ahinco. Con teson. Con esa mezcla de conocimiento e inconsciencia que te hace ascender en las tierras salvajes del Rio Grande. Aqui todo es descomunal.

Todo es impensable. Todo resulta, a simple vista, propio de gigantes. Que es exactamente lo que somos. Siempre que el sargento Ledesma te miraba, parecia que sonreia. Y no lo hacia. Simplemente era la expresion propia de su rostro. Unos labios ligeramente estirados, las pobladas cejas mas arqueadas de lo normal y la frente despejada. Mucho pelo hacia atras que a casi todos sus hombres confundia: no estoy de buen humor aunque lo parezca, de manera que andaos con tiento. --Trescientos, diria yo, sargento --dijo el teniente Gauna sin quitar ojo a la horda que continuaba desplegandose frente a ellos. Se levanto el sombrero con la mano izquierda y se atuso su cabello blanco con la derecha. Despues, volvio a encajarse el sombrero. A la manera en la que te lo encajas cuando te dispones a arrancarte en galopada. --Trescientos, teniente. --?Los oye, sargento? Habia sido una pregunta estupida. Como para no oirlos.

Los aullidos infernales de los lipanes tenian que estar escuchandose en cincuenta leguas a la redonda. No sabes que significa algo asi hasta que lo oyes y sientes como el miedo se te cuela por todos los agujeros del cuerpo. Por todos, no te quepa duda. --Si, teniente. Solo pretenden intimidarnos. Y, caray, lo lograban. Una treintena de soldados bien alimentados, bien armados y bien pertrechados. Dispuestos para el combate. El entrenamiento de las tropas habia sido concienzudo. El sargento respondia de ello. Pero, ?como entrenas a tus hombres para lo que brota, al unisono, de cientos de gargantas lipanes? De ninguna manera. No se puede, es todo. Les avisas de que algo asi sucedera y ellos se hacen a la idea. De algun modo, lo imaginan. Toma una docena de perros y torturalos con hierros al rojo durante horas y horas.

?Si? ?Sabes de que hablamos? Pues algo mil veces peor. Peor. Treinta contra trescientos. Soldados contra guerreros. Orden concebido para la exterminacion del enemigo contra Dios sabe que. --?Estan los hombres preparados, sargento? --Si, teniente. Cuando de la orden. Gauna volvio a agitarse nervioso en su silla. --Todavia no, sargento. Debemos aguardar. A que el momento propicio llegue. A que se presente ante nosotros y lo reconozcamos. Solo entonces lanzaremos la columna contra el enemigo. Solo entonces podremos hacerlo con garantias de exito. --Al menos, tienen el rio a sus espaldas --aventuro Ledesma.

Lo que no es poco, tratandose de un rio al que no llamaban Grande en vano: habia que cabalgar leguas y leguas para hallar un lugar donde el curso fuera vadeable a caballo. Muchas leguas. Tantas que a los lipanes no les daria tiempo a llegar. En caso, por supuesto, de que optaran por huir. --A ellos les da igual --repuso el teniente. Mirada siempre fija en los desconcertantes movimientos del enemigo. Les da igual porque no tienen la menor intencion de huir. De evitar el enfrentamiento y la lucha. El martirio, llegado el caso. Han venido a morir, saben que han venido a morir y, aun asi, no borran esa sonrisa de perro loco de sus rostros. --Les impedira retroceder --insistio, mas por hablar que por otra cosa, el sargento. En algo habia que matar el tiempo mientras el teniente daba la orden de atacar. --No piensan retroceder. ?Alguna vez en su vida ha visto retrocediendo a un apache lipan? --No --concedio Ledesma. --Van a luchar.

Es todo, sargento. Si logran vencernos, aullaran mas aun. Solo que, para entonces, nosotros estaremos caidos en el suelo. Mirada perdida y una lanza en mitad de las tripas. Una de esas lanzas con plumas... No sabe cuanto las odio, sargento. No lo sabe... --Lo mismo le digo, teniente. --Y, tras una pausa en la que trago saliva dos veces y se hizo sombra con la mano derecha para observar mejor, Ledesma anadio--: Quizas no sea una buena idea permitirles que se organicen demasiado. --No lo es, sargento. Pero no se estan organizando. --No, teniente. Era cierto y el sargento lo sabia. Habia sido una estupidez formular una sugerencia como aquella. ?Se organizan los lipanes? Digamos que se abren en fila y que azuzan los caballos. Chillan, se revuelven, intimidan a sus propias monturas y vuelven a ladrar: aguardan hasta que el ardor no puede contenerse y explota. Es algo que sabe hasta el ultimo de los dragones que sirven en la ribera norte del Rio Grande.

El caracter lipan suple con desbordante bravura y ferocidad la ausencia de orden y disciplina. Atacan, es todo. Lo hacen siempre hacia delante y sin cuartel. Atacan, nada mas. Para matarte. Para matarnos a todos. --Sus caballos parecen buenos... --dijo Ledesma. Los espanoles hablaban por hablar. Para hacer mas llevadera la espera. Porque no podian hacer nada distinto. Es en los prolegomenos de la batalla donde mas te desesperas. Aguardas, y aguardas, y aguardas. Y el enemigo no parece madurar lo suficiente como para que tu estes en disposicion de lanzar tu ataque. ?Vamos? No, aun no. Paciencia.

Calma. Entereza. Si no retenemos el ataque, no les duraremos ni cinco minutos. La treintena de dragones se encontraba detenida en un paraje casi desertico con leguas y leguas de llanura a sus espaldas. Se hallaban a mas de un dia de distancia del presidio y habian acudido alli porque sabian que los lipanes lo estaban haciendo. Porque la noticia de una inusual concentracion de fuerzas enemigas habia llegado hasta el capitan. Y porque, digase, la orden de acabar con cualquier lipan que no aceptara rendirse y someterse de inmediato habia sido firmada, meses atras, en Chihuahua. Resulta menos complicado de lo que pueda creerse: habra paz y prosperidad para todo aquel indio, apache o no, que no se muestre hostil; y habra guerra y enfrentamiento para los que nos ataquen, ataquen a nuestras gentes o roben el ganado espanol. En eso estaban. En la guerra contra los lipanes. Treinta soldados a caballo y mas de mil balas de plomo en las alforjas. Treinta lanzas, treinta sables, treinta mosquetes, treinta sombreros encasquetados hasta las cejas. --!Ajustaos las cueras! --grito el sargento. Y trescientos guerreros lipanes frente a ellos. Dispuestos a morir.

Muerte de la que no regresas. Muerte de bala espanola. De tajazo con el sable. De deguello certero con un punal corto. Ese que los dragones practican cuando ya no hay posibilidad de volver a cargar. Saltan sobre el enemigo, lo derriban por el impulso y le rebanan el cuello antes de que le de tiempo a reaccionar. Una inspiracion es la distancia que existe entre tu muerte y la mia. O la mia. --?Vendran, teniente? --pregunto, impaciente, Ledesma. --Somos diez a uno, sargento --contesto Gauna. Era su modo de decir que, si no se presentaban, estaban poco menos que perdidos. Como para ir encomendandose a la proteccion de la Virgen de Guadalupe. --No se preocupe, teniente --aseguro el sargento mientras trataba de que el temblor en sus manos no se notara demasiado--. Seguro que nuestro emisario ha llegado a tiempo. Lo hubiera hecho o no, lo cierto es que ya deberian estar aqui.

Hace cuatro horas, como minimo, que deberian estar aqui. No se te convoca para la batalla y llegas tarde. Dios santo, no. Es algo que, desde luego, no se hace. Dijisteis que, llegada la hora, combatiriais a nuestro lado. Nos lo dijisteis, pero aqui estamos solos. Nosotros treinta contra los trescientos perros rabiosos lipanes. Va a ser complicado. Aunque llevemos mas de mil balas en las alforjas. Muy complicado. --Los lipanes estan preparados --dijo Gauna--. No retendran por mucho mas tiempo a sus caballos. --?Que hacemos, teniente? --pregunto, impaciente, Ledesma--. Hay que dar una orden a los hombres. La cara flaca y huesuda del teniente se volvio hacia el sargento.

--Que todos permanezcan en sus puestos, sargento. --Con el debido respeto, teniente, si permitimos que los lipanes carguen contra nosotros, nuestras posibilidades de victoria se reduciran drasticamente. Era cierto. Solo una carga cerrada de la caballeria pesada espanola podia darles cierta ventaja en la batalla. Pero tan vaga que Gauna preferia aguardar. Dijeron que vendrian, y vendran. De hecho, mirad hacia el este. A poco menos de una legua. ?La veis como la ve el teniente? Una polvareda que nadie que lleve unos cuantos anos sirviendo en estas tierras es capaz de confundir: son caballos que se acercan; que se acercan al galope; con sus jinetes echados sobre los pescuezos; arma en mano, dientes apretados y rabia dispuesta. El teniente Gauna se volvio hacia el sargento Ledesma. Sonrio, o algo parecido. ?Que le dije? Sabia que vendrian. Sabia que los apaches mescaleros acudirian a la cita: no todos los dias se te convoca para masacrar a tus enemigos mortales con la aquiescencia y el auxilio de los sables y los mosquetes espanoles. ?Quereis que, de una vez por todas, vuestras ancestrales disputas queden dirimidas? ?Deseais que la batalla sea verdaderamente desigual? ?Que salgais a luchar y que la victoria, sin duda, caiga de vuestro lado? Bien, pues para que todo esto suceda, los dragones espanoles deberan ayudaros. De verdad.

En el campo de batalla. Espanoles y mescaleros. Todos juntos contra las hordas lipanes. Es el unico modo de acabar con ellos, ?no? Por separado, ninguno lo lograria jamas. !Unamonos! !Unamonos ahora y acabemos con ellos para siempre! Esta tierra es Espana. Esta tierra es de los apaches mescaleros. De acuerdo. Sera cierto o no lo sera. Es posible que llegue el dia en el que haya que dirimirlo. Pero en lo que si estamos todos de acuerdo es que entre el Rio Grande y el rio Pecos no hay lugar para un solo lipan. Para ninguno. ?Que tal si venis y, juntos, los matamos a todos? Furor mescalero y mosquetes espanoles. Demasiado bueno para dejarlo pasar. --Maldita la gracia que les va a hacer esto a los lipanes --dijo Gauna. Y se llevo la mano derecha al sable para desenfundarlo.

Cuando lo alzo por encima de su cabeza, los treinta dragones se dispusieron a aguardar la senal. Atacaban. En la mas extrana de las batallas que ha conocido Nueva Espana. En Chihuahua no se lo van a creer cuando les llegue el informe. Porque lo que sigue es, simplemente, increible. * * * Los apaches mescaleros no eran menos de doscientos. Caballeria salvaje: animales magnificos y magnificos los sementales espanoles de los que descendian. Sobre ellos, la estirpe que pretende dominar estas tierras. Es Espana, es Nueva Espana, es Nueva Vizcaya: es todo lo que tu desees, pero, sobre todo, esto es suelo mescalero. Ellos asi lo afirman. Dejemos que lo crean. De momento. Dejemos que nos ayuden a acabar con la escoria lipan. Son sus hermanos, claro. Gente con la misma sangre corriendole por las venas.

Pero precisamente por eso: solo los hermanos pueden odiarse en la manera que lipanes y mescaleros lo hacen. Apaches todos, pero enemigos hasta la muerte e incluso mas alla. Porque dicen que hay un cielo apache. Una pradera, un desierto polvoriento, un rio, cuatro chozas malolientes y una hoguera que nunca se consume. Lo que los apaches tienen por bueno en esta vida. Bien, pues existe un cielo apache que es asi y no de otra manera. Y sabed que a nadie se le oculta que lipanes y mescaleros continuan matandose alli. Tras la muerte terrenal. Tras el abandono de los cuerpos y la asuncion de una condicion esencialmente guerrera: lucha sin descanso entre los que ya no pueden morir mas veces. --Sargento. --?Teniente? --Preparados. --!Preparados! --Adelante. --!Adelante! .

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