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Autor de la obra
Este autor, RAMON PERNAS , es reconocido dentro de esta rama sobre todo porque tiene más de un libro por los que es reconocido a nivel nacional, pero asimismo fuera de nuestras fronteras.
Es un gran conocedor de la temática, por eso entre los géneros literarios que normalmente acostumbra escribir está/n 2019 FICCION COMTEMPORANEA .
¿A qué categoría/s pertenece esta obra?
Esta obra puede clasificarse en cantidad de categorías, pero una de las más esencial es:
2019 FICCION COMTEMPORANEA
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Resumen de EL LIBRO DE LOS ADIOSES
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El famoso escritor Leonardo del Rio, romantico y taciturno, se encuentra a si mismo en la vispera de cumplir 80 anos ante la pagina en blanco de la que sera su ultima novela, encargada por su editor. Leonardo ha concretado todas las nostalgias de su vida en una conversacion olvidada que mantuvo una Semana Santa de hace mas de sesenta anos en su pueblo con sus amigos de la infancia, a los que olvido como lo olvido todo de aquella vida pueblerina y sin cuyo recuerdo, se dice, no podra empezar la obra. Las unicas personas con las que habla son Amanda, la biografa que la editorial le impuso hace anos, y que trata de animarlo a escribir mientras lucha por aclarar sus propios sentimientos hacia el, y Ricardo, un periodista deslumbrado por el viejo maestro y enamorado de Amanda, que acude cada jueves a visitarlo con la esperanza de descubrir su mayor secreto: la verdad sobre la perdida de un amor en Paris hace ya cuarenta anos.
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Resumen del libro
El famoso escritor Leonardo del Rio, romantico y taciturno, se encuentra a si mismo en la vispera de cumplir 80 anos ante la pagina en blanco de la que sera su ultima novela, encargada por su editor. Leonardo ha concretado todas las nostalgias de su vida en una conversacion olvidada que mantuvo una Semana Santa de hace mas de sesenta anos en su pueblo con sus amigos de la infancia, a los que olvido como lo olvido todo de aquella vida pueblerina y sin cuyo recuerdo, se dice, no podra empezar la obra. Las unicas personas con las que habla son Amanda, la biografa que la editorial le impuso hace anos, y que trata de animarlo a escribir mientras lucha por aclarar sus propios sentimientos hacia el, y Ricardo, un periodista deslumbrado por el viejo maestro y enamorado de Amanda, que acude cada jueves a visitarlo con la esperanza de descubrir su mayor secreto: la verdad sobre la perdida de un amor en Paris hace ya cuarenta anos.
Cuando cumpli dieciseis anos me regalaron El arbol de la pasion, que lo lei de un tiron. Volvi a su lectura en varias ocasiones. Fue mi texto de cabecera, la obra que me animo a estudiar filologia en contra del criterio de mi madre. En la facultad solo pretendia, ingenua de mi, saber todos los porques de su narrativa; durante los cinco anos que duro la carrera me converti en una especialista. Comence mi tesina sobre A traves de la niebla, pero el que iba a ser mi director de tesis fallecio tras sufrir un infarto y abandone mi proyecto, consistente en el uso de los tiempos verbales y el subjuntivo en sus tres grandes novelas: Jardin de invierno, El arbol de la pasion y A traves de la niebla. No llegue a redactar la tesina y mucho menos a realizar el doctorado. Pero no abandone mi obsesion y profundice en su catalogo lexico, aprendi a construir oraciones elipticas a las que era tan dado, e incluso despues de cientos de analisis textuales, aprendi a hablar, a expresarme, como el hablaba. Visione todo el material filmico existente, cinco entrevistas de Nodo y de Television Espanola, la ultima de Soler Serrano, que duraba una hora. Queria ser como pensaba que era el. Al terminar la carrera me oriente por las traducciones de libros con los que creci y abandone en cierto modo mi pasion por mimetizarme, por ser su alter ego femenino. Si el era el haz, yo fui el enves. Eduardo, mi pareja, no compartia mis afanes y minimizo dialecticamente mi deseo de ser una caricatura, o eso pensaba, de quien yo tenia en mi altar literario.
El tiempo que compartimos me fue alejando de mi vana pretension y mi autor paso a un segundo plano. No he sabido ser una mujer compleja; mas bien opte por esa sencillez rayana con la simplicidad. Siempre dependi de alguien, de mi madre, de Eduardo, de el. Mi primer trabajo fue en una editorial, mi primer y unico trabajo, que compatibilice traduciendo a Jane Austen, a Louise M. Alcott y gran parte de las grandes obras de la literatura inglesa del siglo XIX. A ellas les dedique gran parte de mi vida. Me refugie en lo que otros escribieron. No he tenido talento para la creacion, para escribir, que en el fondo es lo que mas he deseado. Llegue a esta casa cuando el maestro acababa de cumplir setenta y cuatro anos, ya van mas de cinco, casi seis. A veces me asusto, pues me sorprendo hablando como el, y quizas viviendo como el vive. Llegue a esta casa para desempenar un encargo de mi patron, de quien me dio trabajo hace ya muchos anos. Me parecio fantastico, pues veia cumplirse, lo que son las casualidades, un viejo sueno de juventud. B Pertenezco al equipo fundador del periodico, que salio a la calle justo antes de comenzar la Transicion politica. Estuve en cultura de gacetillero de lujo, cubriendo presentaciones de libros, exposiciones y hasta estrenos de cine. Por mi cultura libresca, en gran parte impostada, y mi vocacion descubridora de novisimos y demas vanguardias, pronto pase a ser el responsable de la seccion de libros y, al poco tiempo, el diario creo un suplemento semanal de cultura, <
Me converti pronto en un critico agudo y celebrado, aunque tambien temido y admirado. Nunca me importo ser parcial ni respetar los canones de quienes me precedieron en el oficio de ejercer la critica de libros. Eran anos en los que todo nos parecia recien inaugurado y el mundo estaba por descubrir. Y, sin quererlo, me converti en la gran referencia de la Movida que cambio Madrid, Espana y aquel pequeno mundo encorsetado con el que nos habia castigado la dictadura franquista. Por alguna razon compensatoria, cuando dejamos atras la Movida, me dedique a la recuperacion de los viejos escritores y de su obra buscando los porques de sus silencios, de sus deserciones del mundo editorial espanol de estos ultimos anos. Primero fue mi acercamiento a Ana Maria Matute, y a la otra Ana, la Moix, y desde hace algun tiempo me encerre jueves a jueves con el maestro en su casa. Pronto cumplira ochenta anos y con ese motivo iba a entrevistarlo en profundidad para las paginas de verano del periodico. Conoci a su supuesta biografa, una especie de secretaria que vivia gran parte de su tiempo con el y que habia llegado a hablar, a expresarse igual que el maestro. Este curso tomare distancia y durante tres meses voy a Norteamerica. Me han invitado de profesor visitante en la universidad de Boulder, en Colorado. Volvere antes de su cumpleanos, que coincidira con la edicion de una nueva novela de encargo. LA VIDA SEGUN PASABA Sufria uno de sus frecuentes ataques de melancolia, que de un tiempo a esta parte se repetian mas de lo previsto. Estaba especialmente emotivo. Los recuerdos llenaban los huecos prolongados de la tarde y vivia en otro mundo. Un universo pequeno construido a su medida con conversaciones antiguas acerca de sucesos banales, sin importancia, y que tenian el eje dialectico en el estado meteorologico del pueblo en donde habia nacido y que estaba a mas de seiscientos kilometros de distancia de su ciudad.
Ciudad que no era especialmente hostil, pero que ya no le gustaba; le molestaban las prisas y la lejania de casi todo, le costaba un duro esfuerzo organizar su tiempo e incluso la radio, a la que fue tan aficionado, ya no distraia ni su ocio ni su insomnio. Leia lo justo; el, que ha sido un voraz lector, y lo justo era volver sobre viejos textos amados que ya casi no recordaba. Retomaba la Iliada, repasaba La montana magica, se distraia con El Aleph y disfrutaba, no como antano, releyendo Rayuela. Echaba de menos su pueblo, las esquinas donde de nino jugo al escondite o a policias y ladrones cobijandose, ocultandose en el angulo de embocadura de una calle. No soportaba estar lejos de la mar y pasear por la orilla de la playa, aunque eso era un pensamiento mas literario que real, pues no paseo mucho que digamos cuando vivia en el pueblo. Sonaba muchas noches con su madre, que fallecio hacia mas de una treintena de anos, y en suenos rodeaba a sus seres queridos de vecinos que ya no existian mas que en su catalogo onirico. Y era feliz imaginandose un adolescente, conversando como un rapaz que se preguntaba insistentemente sobre el origen del mundo, sobre las especies de animales que el hombre aun no habia descubierto, sobre el metro de platino iridiado, sobre el significado de la proporcion aurea y sobre el misterio de la vida, antes de indagar acerca del misterio de los misterios que es la muerte. Muchas noches, mientras dormia, era feliz sonando mundos reiterados que complacian su sueno e incluso su vigilia posterior. Pero hoy estaba especialmente emotivo. Reconstruia una discusion juvenil que pretendia llevar al papel y no sabia si integrarla en una novela por escribir o incluirla como historia central en una de las colaboraciones que enviaba como nexo redentor al semanario de su pueblo, pese a que corria el peligro de haberla escrito previamente o de que se molestaran los protagonistas al verse reflejados. Decidio posponer la decision, pero como medida preventiva anoto el relato en una libreta con tapas de hule que siempre llevaba consigo. A lo largo de su longeva vida fue rellenando los cuadernos de apuntes, que le habian sido de gran utilidad y a los que recurrio cuando la narracion perdia vigor, que no era raro que asi aconteciera. Una tarde en la que viajo a su pueblo, organizo las dos docenas de libretas que guardaba celosamente y en las que fue registrando la vida segun pasaba, las metio en un pequeno saco que en sus anos de esplendor tuvo como destino ser bolsa para el pan y, acercandose a la punta del muelle, justo al final del rompeolas, las fue desgajando, desarmando de una en una, y todos aquellos apuntes, escritos de manera puntillosa con monjil letra redondilla, fueron arrojados al mar por riguroso turno. Se sentia aliviado despues de haber ahogado, o al menos sumergido en las profundidades del Cantabrico, su memoria, si no toda al menos una parte, que quedo registrada en los multiples cuadernos con tapas de hule que jalonaron su vida de zascandil, de escritor complaciente, pero una vez doblado el cabo de Hornos de la edad, cuando ya su literatura era un ejemplo barroco de un pasado superado y cuando sus libros editados se vendian cada vez menos, y practicamente nadie los pirateaba bajandolos gratis de la red al reader, se encontraba terriblemente desorientado y solo escribia muy de tarde en tarde. Cobraba puntualmente los derechos de autor, que el llamaba desechos de autor, y los nuevos textos que dictaba para despues ser revisados por su fiel Amanda, que desde hacia una larga decena de anos escribia su biografia y reinterpretaba su vida.
Pero hoy estaba singularmente emotivo, se anclo en las arenas de un pasado que no recordaba muy bien si fue el suyo o si lo leyo en una novela de Pavese o en un poema de Pessoa, aunque lo cierto es que recordar le venia muy bien y poco importa quien tenga la patente de los recuerdos, porque, al fin y al cabo, la historia de la literatura es una historia comun que esta llena de miles de paginas que se repiten cadenciosamente. No asistia los jueves a las sesiones de la Real Academia, pues argumentaba no reconocer el diccionario ni la gramatica. Desde la muerte de Ana Maria Matute se juramento ir una vez por trimestre a recoger el correo, pese a la insistencia de Arturo Perez Reverte, que se prestaba a acompanarlo, y el se lo agradecia cortesmente y pensaba que los viejos escritores eran una extrana debilidad del autor de Alatriste. No iba porque no queria ir, y ya casi nada le importaba. Abria y cerraba la puerta de la melancolia y temia los otonos, que ya pocos le quedaban; siempre tuvo los pies frios, pero, cuando llegaba el otono, era como si se le enfriara todo el cuerpo, desde las unas de los dedos de los pies hasta donde comienza el abdomen. El frio iba ascendiendo cada noviembre hasta alcanzar, creia, la cabeza, que ya poco faltaba. Pero ahora no era el caso, justo ayer cambiaron la hora al horario de verano y los dias son notablemente mas largos y ya comienza abril. Acaso por eso hoy esta mas emotivo y reprodujo en voz alta una leve discusion por asuntos de Semana Santa en los claustros de la iglesia de San Francisco de su pueblo, una conversacion sin demasiado interes mantenida hace mas o menos cincuenta anos y que recordaba como si tuviera lugar esta misma manana. Los contertulios de aquel Jueves Santo estaban todos muertos, ya no podia reproducir la discusion, pues si bien rememoraba a los cuatro presentes aquel lejano dia, ya no recordaba sus voces y era menester, para revivirla, volverla a escuchar. El cambio de hora al horario de estio le alargaba, decia el, la vida, y jugaba con el sol a estirar el ocaso que se mecia en la ladera de la sierra, que era lo mas bello que se podia divisar desde la ventana, mas bien el ventanal, que enmarcaba con una vision que no se borraba nunca, su mesa de trabajo. La ventana estaba orientada al norte y el sol traspasaba su vidriera, y lo mismo sucedia con la noche, que oscurecia el cristal llenandolo de sombras. Dentro de unos meses cumpliria sus primeros ochenta anos. Se sentia terriblemente desvencijado y su coqueteria lo mantenia vitalmente desganado, que es una pose que solo a un viejo escritor se le permite. Tenia que escribir una nueva novela que saldria al mercado con motivo de su cumpleanos y el editor, su editor de siempre, fue muy generoso con el anticipo, acaso, pensaba, porque va a ser el ultimo, y si asi fuera, le permitiria vivir suficientemente bien hasta que Caronte lo invitara a subir a la barca. Pero la pereza lo tentaba a no escribir otra novela.
Siempre se confabulaba para editar la postrera, pero el azar iba encadenando nuevas propuestas narrativas y el se dejaba querer. Amanda era la urgencia amable, la prisa modosa, la tenacidad suavemente implacable. Con los inmensos ojos excesivamente abiertos, mas parecia que en su mirada anidaban centenares de lechuzas, de buhos que clavaban sus ojos en cada palabra que brotaba en el ordenador, o en cada silencio que su biografa registraba cuando el viejo escritor se ponia a escribir. Pero llevaba varios dias solemnemente nostalgico o melancolico, que la frontera es invisible, y nada le parecia conveniente y era incapaz de reconstruir aquella lejana conversacion en los claustros, pues la lluvia impidio que saliera la procesion a la calle. Y era una pena, pues aquella escena sin recuperar ocuparia la primera pagina de su novela proxima de la que solo tenia el titulo, que ni siquiera era suyo, lo habia visto en una pelicula italiana y se lo habia apropiado: La ultima noche de mi vida. Era su ultimo o penultimo gran reto, la novela encargada para su octogesimo aniversario. Y le estaba dando vueltas mientras aguardaba que Fina le sirviera la cena. Durante muchos anos esa mujer, casi tan vieja como el, se ocupaba de hacerle una frugal colacion que en estos lustros siempre fue la misma. Cenaba una caldosa sopa de fideos, mas caliente que templada, que estaba acompanada por un punado generoso de picatostes, de pequenos dados de pan frito, que estos anos alternaba con queso parmesano que rayaba sobre la sopa y espolvoreaba a su antojo. Despues de cenar, Fina recogia los dos platos, pues compartia condumio acompanando al ilustre comensal y a las nueve se retiraba a su vivienda, a su casa, una buhardilla cercana al domicilio a donde acudia a las doce del mediodia para limpiar la casa, preparar la cama y, una vez por semana, hacer la colada y planchar. Una hora, alguna vez dos, era el tiempo que tardaba en realizar las tareas domesticas matutinas. Hacia las ocho regresaba para preparar la cena. Amanda estaba desde que se iba Fina, antes de comer, hasta que volvia cada tarde. Menos los jueves, que la biografa se reunia con su amante, un senor casado y padre de tres hijos, que era escribiente en una notaria cercana. Veinticinco anos amandose, y no era un juego de palabras con su nombre, avalaban la ya longeva relacion de una tarde a la semana en una habitacion de alquiler que les arrendaba una viuda.
No tenian nada que decirse porque ya se lo habian dicho todo. Era una rutina reiterada. Llegaba de la notaria cuando ella ya estaba desnuda sobre la cama y, sin hablar, le aflojaba el cinturon y bajaba sus pantalones y el slip, que siempre era del mismo color gris, para a los cinco minutos ponerse encima de el y hacer mecanicamente el amor. Al terminar, no habrian pasado mas de diez minutos, se arropaban en el lecho tapandose como si fueran a dormir. Mas o menos una vez al mes, le decia que deberian hacer un viaje de un dia entero y su noche a Toledo, a lo que ella contestaba que cuando el quisiera, que lo estaba deseando y que no habia problema alguno por su parte para viajar juntos. La comida se la hace traer de un bar gallego que esta en la esquina: A Gaita; encargan para uno, pero como es abundante en exceso almuerza con Amanda. Los menus tienen como eje central los cocidos de los viernes en invierno y las paellas de los jueves en verano. Se puede decir que es variado, que alternan pescado y carne, y los primeros son a menudo verdura de temporada. Amanda aporta del mercado fruta del tiempo y con frecuencia sube naranjas. Ella cuida del trabajo intelectual; sin su presencia, el viejo escritor ya habria abdicado del oficio. Es un motor silencioso que hace que las bielas del cerebro y de las manos realicen su trabajo. El editor de siempre que edito las dos docenas de libros que escribio uno tras otro remunera con una pequena cantidad la tarea de la biografa que, mientras tanto, recopila obras y datos, recuerdos e historias para un dia escribir la biografia que ya tiene encargada. Amanda es filologa, soltera y huerfana. Tiene unas tetas grandes, unos ojos inmensos y un caracter tan amable como su sonrisa. Ama en la distancia a quien cuida y protege, aunque no logra descifrar los secretos, que son multitud, de su biografiado, que es un senor mayor, hermetico y presumido, coqueto y cascarrabias.
Los fines de semana la casa se queda sola, es decir, permanece solo en casa y pasa la mayor parte del dia en la cama, acostado. Cuando es verano pasea en pelotas por salones y pasillos y es patetico ver la viva imagen de la decadencia cantando una cancion antigua despues de comer una manzana, que una diaria es la dieta que se impone todos los veranos. Pero hoy esta torpe y triste, incapaz de reproducir aquella conversacion que sostuvo hace cincuenta anos, en el claustro del viejo convento un Jueves o un Viernes Santo. La recuerda, pero es incapaz de escribirla y es una pena porque tenia pensado abrir la novela contando ese y no otro sucedido. Ahora riega las plantas, sus queridas macetas puestas en linea ocupando todo el alfeizar de la ventana grande, las riega despacio mientras les habla a todas y cada una y les promete que, cuando broten las primeras flores, les va a poner musica de Beethoven, la Quinta sinfonia, que tengo entendido les gusta mucho a las plantas de interior. Tendra unas veinte, incluidos los cactus, todas se las han ido regalando, incluso aprendio sus nombres latinos, aunque ya casi todos se le han olvidado. Cuida y mima los anturios rojos, la gerberas, la dracaena, los spartipilum, el geranio longevo y perezoso, la coleccion de cactus de los que desconoce el nombre menos el del ripsalis que se lo trajo de Mexico su traductor norteamericano. No le fallan, son su pequeno ejercito vegetal, un comando verde que lo acompana y vigila la casa. Le gustaria que pudiera llamarlas por su nombre, pero tiene pendiente hacer un censo con nombres elegidos de un santoral floral que va posponiendo. A veces escoge nombres del sur como dama de noche o siempreviva, jazmin, y, cuando estalla la primavera, las perfuma con vetiver para que no olviden su memoria de campo. El cuarto de trabajo, el de escribir, reproduce el de coser que tenia su madre en el pueblo. Era modista, la costurera que cortaba tanto un vestido como una blusa, modista unisex para ninos y mujeres, pues la ropa de los hombres era negociado de los sastres. Poco mas o menos tendria los mismos metros cuadrados. Donde estaba la maquina de coser se ubica el ordenador que es un Mac nuevo, no tiene ni siquiera tres meses y ha sustituido al viejo portatil que a su vez reemplazo a la antigua Olivetti, a la maquina de escribir de donde salieron tantas novelas. La modista tenia bien a la vista los figurines franceses La Mode o La Femme Parisienne de donde copiaba, reproducia, los vestidos que iban a lucir las jovenes del pueblo.
El tenia un desorden perfectamente armonico de libros que habia leido junto con otros que no pensaba leer y que autores noveles le enviaban con la pretension de una frase laudatoria para imprimir en la faja, en una segunda edicion. Tenia a bien no contestar, pues un tiempo atras abandono de manera radical el genero epistolar, primero el correo ordinario y mas recientemente los emails. No respondia ninguno y solo Amanda mantenia relacion informatica con el editor y solia contestar a las invitaciones para dar conferencias y cursos, en especial si procedian de universidades extranjeras, principalmente las anglosajonas y las italianas, con preferencia notoria por las del norte. Escaseaban. Antes recibia no menos de diez invitaciones bien pagadas y con billete de avion en clase preferente, pero los vientos del olvido llegaron a su obra narrativa y no pasaban de tres o cuatro las convocatorias, que cada vez estaban peor retribuidas. Sentado en su mesa de trabajo, pensaba que su tarea era identica a la de su madre: atados ambos a una maquina que realizaba la parte mas dura de su trabajo, su madre cortaba y cosia telas, el cortaba frases y cosia palabras. Se enfrentaba de nuevo al papel en blanco, bueno, quiero decir a la pantalla vacia del ordenador. No sabia por donde comenzar, le hubiera gustado reproducir la conversacion olvidada, silaba a silaba, que mantuvo un Viernes o Jueves Santo en el claustro de la iglesia conventual cuando no pudo salir la procesion porque llovia. Pero es incapaz de escribir el lenguaje utilizado por aquellos mozos, casi unos adolescentes, un grupo donde se incluia y que hablaban como el no puede escribir. Se quedo algo corto con el riego y va a repasar las macetas traseras. Hay que ver que estiron ha pegado el cactus enano. No parece el mismo. El anciano escritor queria parecer ajeno a los avances tecnologicos. Aceptaba el ordenador, pero solo para escribir. Y el gran avance era que no tenia que corregir como antes ni tachar ni volver a reescribir el folio, no jugaba con las posibilidades ludicas que le ofrecia el ordenador, nunca utilizo internet, pero le encargaba a su leal companera que abriera el correo y le comentara si habia algo interesante.
Amanda era una especie de community manager de andar por casa: se ocupaba de la correspondencia, la postal y la virtual; contestaba al telefono fijo y al movil; disculpaba al maestro, como lo llamaba en publico, mientras, despojado de aparatos y cachivaches, el se jactaba de no utilizar la red, de no tener telefono de bolsillo, que asi lo llamaba para referirse al telefono celular. Desde los treinta anos tuvo coche, aunque el no lo condujera, que siempre tuvo a su lado a quien lo hiciera por el, y ahora, con internet, con Twitter y con el smartphone, Amanda lo tenia al dia en las vanguardias de comunicacion. Su singular secretaria le evitaba comentarios en las redes sociales a la vez que suplantaba su personalidad y respondia en ciento cuarenta caracteres de forma muy ingeniosa. Le gustaba mucho viajar, pero ya casi no lo hacia, manteniendo que ya no quedan lugares a los que merezca la pena ir, o volver en ultimo caso, y estimaba que, antes de morir, como si supiera la fecha, estimaba que antes de morir tenia que despedirse de cuatro o cinco ciudades que marcaron su vida y fijaron temporalmente su residencia. Iria de nuevo y por ultima vez a Paris, a Roma, a Berlin y a Lucca, tal vez habra que anadir alguna otra, y cuando llegue la gira promocional de la novela visitara Sevilla y Valencia, Compostela y A Coruna. Viajar por viajar era lo que ahora entendia por coger carretera y manta y llegar a San Sebastian o a Cadiz, pongo por caso, y eso correspondia en su orden de prioridades al pasado. Tampoco le apetecia, y evitaba, aceptar invitaciones para el otro lado del mar, su amado Buenos Aires y su querida Nueva York ya habian sido borrados del mapa de lugares donde volveria a estar. Una tarde del primer otono, del que pinta de magenta el cielo y tine de ocres los campos, tuvo una de esas raras conversaciones personales con Amanda, y fue ella la que le conto que su amante le prometiera llevarla a Toledo, lo que nunca hizo, y el viejo se conmovio con la confidencia y encargo dos billetes de tren y dos habitaciones en el parador a su nombre, y aquel fin de semana se fueron los dos a Toledo y rejuvenecieron. Fue a principios del mes de octubre pasado. No le gustaba hablar de las ciudades que conocio. Contar los viajes. Solo y muy raras veces referia anecdotas de personajes que dieron vida a los lugares en donde estuvo. Eran historias apocrifas, falsas, producto de su fantasia, que en ocasiones tenian como referencia una base cierta; contaba, por ejemplo, que en tiempo de su primera estancia en Buenos Aires cenaba un dia si y un dia no con Borges y Bioy en La Biela, y la realidad era bien distinta. Estuvo en una ocasion cenando en La Biela, pero con el jefe de cultura de La Nacion, despues de morir Borges, al que conocio en un simposio de escritores que se celebro en Paris, y luego mantuvieron una relacion epistolar a traves de cartas que Jorge Luis le dictaba a Maria Kodama en respuesta a las eminentemente descriptivas que le enviaba desde Madrid y en las que le contaba lo que comia en Casa Botin, Lucio, Jai Alai o en el restaurante segoviano Candido, los automoviles que subian y bajaban por la Gran Via y la construccion de nuevos barrios en la periferia de la ciudad, temas que, como resulta obvio, no eran ni mucho menos del interes del maestro porteno.
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