Velocidad de acceso para este archivo: 12658 KB/Sec
Lorem ipsum dolor sit amet consectetur adipisicing elit. Consequatur in incidunt est fugiat, cum minima odit veritatis nihil atque temporibus sint sed aliquid, ex ea? Quo sint fugiat dolores tenetur repellat quam officiis unde commodi necessitatibus sequi facere, laudantium odio consequuntur adipisci placeat asperiores nam quis nesciunt? Excepturi, nisi accusantium?
Lorem ipsum dolor sit amet consectetur adipisicing elit. Perferendis ducimus exercitationem odio vitae sint rem! Praesentium nihil consectetur rem sapiente, omnis temporibus provident quos velit molestias aspernatur quod voluptate dolor molestiae quas nulla? Corrupti, repellat eos ipsam voluptatum nobis, itaque labore autem ipsa reprehenderit sequi consectetur facere dicta, ad impedit earum. Beatae nostrum iste optio vitae autem nam culpa nulla perferendis ipsum laboriosam est dolorem quos esse, eveniet perspiciatis, hic unde rerum necessitatibus! Totam natus optio, quaerat maxime similique laborum ipsam iste unde blanditiis est debitis molestiae nostrum in iure perferendis quia minima dolore. Voluptatum eligendi rerum nesciunt ab praesentium.
Lorem ipsum dolor sit amet consectetur adipisicing elit. Consequatur in incidunt est fugiat, cum minima odit veritatis nihil atque temporibus sint sed aliquid, ex ea? Quo sint fugiat dolores tenetur repellat quam officiis unde commodi necessitatibus sequi facere, laudantium odio consequuntur adipisci placeat asperiores nam quis nesciunt? Excepturi, nisi accusantium?
Lorem ipsum dolor sit amet consectetur adipisicing elit. Dolores voluptate a sed adipisci consequuntur ad enim in eius illum sit, quas perspiciatis quod ducimus quisquam, suscipit obcaecati animi, consequatur ipsum!

Autor de la obra
Este autor, CLAUDIA PINEIRO , es reconocido dentro de esta rama sobre todo porque tiene más de un libro por los que es reconocido a nivel nacional, pero asimismo fuera de nuestras fronteras.
Es un gran conocedor de la temática, por eso entre los géneros literarios que normalmente acostumbra escribir está/n 2020 FICCION COMTEMPORANEA POLICIACA NEGRA THRILLER Y SUSPENSE .
¿A qué categoría/s pertenece esta obra?
Esta obra puede clasificarse en cantidad de categorías, pero una de las más esencial es:
2020 FICCION COMTEMPORANEA POLICIACA NEGRA THRILLER Y SUSPENSE
Poco a poco más gente están decidiéndose por leer estos géneros, en los últimos años, el número de personas que adquiere libros que tienen mucha relación con estas categorías ha crecido considerablemente, hasta llegar a convertirse en uno de los géneros con más número de ventas en el mundo, y por eso mismo imaginamos que tienes interés en descargar de forma gratuita el libro.
CATEDRALES ha alcanzado llamar la atención en muchos de estos géneros y se han transformado en un libro referente en alguna de ellas, debido en gran parte a la enorme experiencia de este escritor, como ya conoceréis, es un redactor muy popular en estos géneros.
¿Qué precio tiene CATEDRALES?
Esta obra la puedes adquirir sin gastar apenas dinero puesto que ahora mismo vale este libro tiene un precio en el mercado.
Como has podido ver, el costo es irrisorio para el genial contenido que posee este ejemplar.
Este libro tiene de las que mejores proporciones calidad/precio tiene en las categorías: 2020 FICCION COMTEMPORANEA POLICIACA NEGRA THRILLER Y SUSPENSE
Nota de los lectores
Este libro posee una puntuación puesta por personas entendidas, la nota de este libro es: 7,5/10.
Todo el mundo que han puesto nota esta obra son profesionales de este género y han leído CATEDRALES online antes de dar su opinión, de esta manera, estamos 100 % seguros de que esta valoración es la idónea y por esta razón se la ofrecemos.
Resumen de CATEDRALES
Ahora te ofrecemos un interesante fragmento para que puedas conocer más sobre el libro antes de adquirir CATEDRALES
Una adolescente aparece quemada y descuartizada en un descampado. Treinta anos despues, el crimen sigue sin aclararse y su familia y entorno se han desmoronado.
Más información sobre el libro
Puedes encontrar más para descargar libro catedrales
Para leer y descargar el libro "Catedrales" puedes hacerlo gratis aquí.
En este momento, vamos a ofrecerte datos interesantes sobre el libro que es posible que quieras ver antes de empezar a leer este libro, como por servirnos de un ejemplo puede ser, el número de páginas, el año de edición, dónde descargar CATEDRALES, dónde leer en línea CATEDRALES, y considerablemente más datos.
Resumen del libro
No creo en Dios desde hace treinta anos. Para ser precisa, deberia decir que hace treinta anos me atrevi a confesarlo. Tal vez no creia desde tiempo antes. No se abandona la fe de un dia para otro. Al menos no fue asi para mi. Aparecieron algunas senales, sintomas menores, detalles que, al principio, preferi ignorar. Como si estuviera germinando dentro de mi una semilla que, tarde o temprano, reventaria y abriria la tierra para salir a la superficie como un tallo verde, tierno, debil aun, pero decidido a crecer y gritar a quien quisiera oirlo: No creo en Dios. Al principio, cuando la idea se me presento, senti un malestar que luego reconoci como miedo. ?Que podia pasar si asumia mi falta de fe? ?Que tendria que dar a cambio? Aquellos primeros pensamientos los eliminaba como un mal sueno del que era mejor despertar, o como una idea irreverente que debia descartar de plano a la espera de que llegara la proxima, un poco mas sensata. Hasta que, un dia, recibi un mazazo que me dejo aturdida, desnuda frente al mundo, incapaz de entender que estaba sucediendo a mi alrededor y sobre todo los porques; entonces, la incomodidad fue tan evidente que no pude seguir fingiendo una fe que no tenia. Ya no creia en Dios. Lo confirme en el instante en que me anunciaron que habia aparecido el cuerpo sin vida de mi hermana menor, Ana. Lo dije al dia siguiente, en su velorio. Ana, el pimpollo --como le decia papa--, la que dormia en mi mismo cuarto, la que me robaba la ropa, la que se metia en mi cama para contarme secretos que nadie mas que yo podia conocer. A media tarde, llego el parroco a dar el pesame y a rezar por ella; lo acompanaba Julian, que entonces era seminarista.
Mis padres me invitaron a unirme en la oracion junto al cajon cerrado. Me negue. Insistieron, me dijeron que me haria bien, me preguntaron por que no queria rezar. Evite una o dos veces la pregunta hasta que por fin respondi: Porque no creo en Dios. Lo dije muy bajo y con la cabeza gacha. Levante la mirada, todos tenian los ojos clavados en mi: lo repeti en voz alta. Mi madre se acerco, me tomo del menton, me forzo a mirarla a los ojos y me hizo decirlo una vez mas. Como Pedro, pero convencida y sin vuelta atras, negue mi fe por tercera vez. Entonces Pedro se acordo de las palabras de Jesus, que le habia dicho: Antes de que cante el gallo, me negaras tres veces, Mateo 26:75. Treinta anos de ateismo asumido y todavia puedo repetir pasajes de los evangelios de memoria. Como si me los hubiesen tatuado en la piel con un hierro caliente. El numero del capitulo y el versiculo no los recuerdo, eso lo busco en el propio texto cuando quiero citar, prefiero pensar que por deformacion profesional y no por trastorno obsesivo compulsivo. ?Por que aun los recuerdo? ?Con que amenaza me los grabaron? Y saliendo fuera, lloro amargamente. A diferencia de Pedro, yo no llore. Me temblaron las piernas pero, a pesar de eso, me senti poderosa, duena de mi a una edad en que todo eran dudas.
Declararme atea incomodo a los presentes. Excepto al cura, que no se dio por aludido. Con una sonrisa que pretendia ser comprensiva, el padre Manuel definio mis palabras como la consecuencia de un enojo adolescente, entendible y pasajero, frente a la circunstancia brutal del asesinato de Ana. Mi madre se tranquilizo con la interpretacion que hizo el cura, aunque aseguro que yo no hacia otra cosa que querer llamar la atencion, que ni siquiera frente a la muerte de mi hermana me detenia en mi afan de protagonismo. Tipica hija del medio, solia decirme cuando se fastidiaba conmigo. Ese dia no lo dijo, pero lo debe de haber pensado. No entendi de donde mi madre sacaba fuerzas para cualquier otra cosa que no fuera desgarrarse en vida por la muerte de su hija mas pequena. Mi padre, que era quien mejor me conocia y no tenia dudas de que yo hablaba en serio, me aparto del grupo para pedirme que lo reconsiderara y que, mientras tanto, al menos dijera que era agnostica. Carmen, nuestra hermana mayor, muy perturbada durante el velorio, pero sin abandonar ni un segundo su papel de encantadora de serpientes, intentando mostrarse como la mas afectada por el drama que atravesabamos, aprovecho la ocasion para cobrarse viejas deudas conmigo, lloro en los brazos de sus amigos de la Accion Catolica y dejo de hablarme a partir de ese dia. El unico recuerdo de complicidad y cercania que tengo de aquel momento fueron las miradas que cruce con Marcela, la mejor amiga de Ana, sentada en el piso a unos metros del ataud, apoyada sobre una pared para no derrumbarse, sola, aturdida, dejando en claro que no queria que nadie la tocara, que nadie la consolara, sin poder parar de llorar, destrozada como yo --una, seca; la otra, empapada en lagrimas--. Las dos estabamos, ostensiblemente, del mismo lado. Percibi en sus ojos no solo el dolor y el horror que compartiamos, sino un pedido confuso, una demanda que no terminaba de poder expresar, como si quisiera decirme algo que ni ella entendia. Tal vez me estaba pidiendo que la sacara de alli; quizas ella tampoco creia ya en Dios. No me olvido de su mirada, de sus ojos clavados en mi mientras jugaba con un anillo que movia de arriba abajo por su dedo anular sin llegar a sacarselo. Lo reconoci recien despues de un rato: ese anillo era mio, tenia una piedra turquesa demasiado grande para nuestras manos.
Ana lo habia declarado el anillo de la suerte y me lo robaba cuando decia que necesitaba mi fuerza. ?Que fuerza veria Ana en mi que yo nunca percibi? Usaba el anillo cuando tenia un examen, cuando se enfrentaba a una cita con un chico que le gustaba demasiado, cuando participaba de algun campeonato de voley con el seleccionado del colegio --un dia me confeso que durante los partidos se lo ponia dentro de la bombacha para que no le molestara en el juego y yo grite: !Que asco!--. Ana se lo habria dado a su amiga, o se lo habria olvidado en su casa. ?Que importancia tenia en aquel momento un anillo que no habia podido proteger a mi hermana de la muerte? Ese dia no me acerque y luego Marcela se perdio, le diagnosticaron amnesia de corto plazo como consecuencia del trauma por la muerte de Ana y de un fuerte golpe que recibio en la cabeza. Ya no pude hablar con ella. La muerte de Ana dejo marcas en todos nosotros. A partir de que anuncie mi ateismo, mi familia velo no solo el cuerpo de mi hermana, sino mi fe. ?Era necesario decirlo en medio del velorio de Ana? No tengo dudas de que si, de que lo dije en ese momento y en circunstancias funebres porque se lo debia a ella, porque queria decirlo antes de que su cuerpo --los trozos de su cuerpo-- fueran sepultados y condenados a permanecer definitivamente bajo la tierra, antes de que yo me despidiera de Ana para siempre. Aprendi esa misma tarde que ateo es una mala palabra. Y que la mayoria de los creyentes puede convivir con quienes creen en otros dioses, pero no con quienes no creen en dios alguno. Lo digan de manera directa o con eufemismos, es evidente que consideran que los ateos somos personas falladas. Mas aun, hay quienes hasta concluyen que la imposibilidad de tener fe religiosa trae como consecuencia un grado de maldad inevitable: una persona que no cree en ningun dios no puede ser una buena persona. Trato de no pensar en aquel dia. Trato de que mi hermana Ana siga siendo, en mi recuerdo, la que se metia en mi cama a contarme secretos. Deposite todas mis preguntas en la fe o en la falta de fe.
Desde que me negue a rezar junto a su ataud cerrado, cuestiono cualquier relato, de la religion que sea, con el que se siga transmitiendo, aun en el siglo XXI, una construccion ficcional como si fuera la verdad. Me inquieta no poder descifrar que hace que tantas personas, miles de anos despues, sigan creyendo en historias que no resisten la prueba de verosimilitud que le exigimos a cualquier ficcion menor. Tal vez, lo hacen porque la duda frente a creencias arraigadas viene acompanada del temor a perder beneficios secundarios: los regalos que traen Papa Noel o los Reyes Magos, el dinero que deja bajo la almohada el Raton Perez, el cielo que nos espera despues del Juicio Final. ?Por que sigo escribiendo Juicio Final con mayusculas si para mi ese juicio no significa nada? Quien deja de creer en Dios ya no cuenta con la vida eterna, ni con la proteccion de un angel de la guarda, mucho menos con la aprobacion de los que lo rodean. En un mundo que asume la corrupcion como un mal inevitable, no tengo dudas de que debe de haber quienes fingen creer a cambio de seguir disfrutando de esos beneficios. Yo no pude. Un acontecimiento inesperado rasgo el velo que protege la vida cotidiana de lo brutal, que la separa de lo salvaje, y ya no hubo lugar para seguir mintiendo una fe que no tenia. Eso fue lo que repeti delante de todos, cuando empezaron a rezar un avemaria distribuidos alrededor del cajon de Ana, como para que no quedaran dudas de que mi atrevimiento no habia sido la manifestacion de una rebeldia adolescente, sino una conviccion. Negue mi fe por cuarta vez, ni Pedro se atrevio a tanto. Tan pronto dijeron bendito es el fruto de tu vientre, Jesus, me hice lugar en un extremo del cajon, apoye las manos sobre esa madera lustrosa que contenia el cuerpo descuartizado de mi hermana y dije, en voz baja pero firme, como si tambien estuviera rezando: No creo en el fruto del vientre de ninguna mujer virgen, no creo que haya un cielo y un infierno, no creo que Jesus haya resucitado, no creo en los angeles, ni en el espiritu santo. Repeti una y otra vez la misma larga frase, como un mantra. No creo en el fruto del vientre de ninguna mujer virgen, no creo que haya un cielo y un infierno, no creo que Jesus haya resucitado, no creo en los angeles, ni en el espiritu santo. Primero, en medio del murmullo, pensaron que rezaba con ellos, pero alguno dudo y se detuvo a escuchar. Luego escucho otro, y otro, hasta que, uno a uno, fueron callando, y solo se oyo mi voz. El cura se persigno.
Mi madre dio tres pasos veloces hacia mi y estuvo a punto de darme una cachetada que mi padre detuvo en el aire. Habria sido en vano, aunque me la hubiera dado yo ya no creia, simplemente porque no temia mas. Y si no le tenia miedo a Dios, no le tenia miedo a nadie. ?Que cosa peor podia pasarme si dejaba de creer? El cuerpo despedazado de Ana habia aparecido en un terreno baldio y, de pronto, esa salvajada me hizo ver con claridad que mi fe estaba construida sobre el miedo, sobre la sospecha de que si no creia en ese supuesto Dios en que creian los que me rodeaban --o en cualquier otro dios--, podia pasar algo malo, terrible: el fin del mundo. Asi habia sido educada, en el temor reverencial a Dios. Pero ahora habian matado a mi hermana, habian intentado quemar su cuerpo, la habian descuartizado, ?que cosa mas horrorosa podia suceder si yo dejaba de creer? No llore en su funeral, no pude; el enojo y el espanto eran tan fuertes que no me permitieron llorar. Mi llanto fue el silencio. Y lo cierto es que he llorado muy pocas veces en estos treinta anos; si no llore por su muerte, como encontrar motivo suficiente para hacerlo despues. La furia, incluso el odio que sentia por quien la hubiera matado, empato y empata aun el dolor. Pero a partir de ese dia deje de ir a misa, deje de rezar, nunca mas me colgue un crucifijo ni siquiera de adorno, nunca mas le conte supuestos pecados a un sacerdote para luego poder recibir una hostia que no puede ser el cuerpo de nadie. Abandone una neurosis colectiva, me declare atea. Y me senti libre. Sola, rechazada, pero libre. Con el correr de los meses, no soporte la mirada de los demas --que me senalaban fallada--, no soporte que Carmen no me dirigiera la palabra, no soporte el gesto reprobatorio de mi madre ni la supuesta neutralidad de mi padre --incapaz de abrir un nuevo frente de disputa en medio de tanto dolor--. Y, sobre todo, no soporte la ausencia de Ana ni que nadie pudiera decirme quien la mato y por que, quien la quemo, quien serrucho sus piernas, su cuello, quien dejo las partes del cuerpo de mi hermana en un terreno baldio donde los vecinos depositaban la basura.
Me fui de mi casa, de mi ciudad, de mi pais, de mi vida anterior. Empece una nueva a miles de kilometros de distancia, en Santiago de Compostela. Ana habia visto un documental sobre el Camino de Santiago y sonaba con que algun dia hicieramos juntas ese recorrido; apenas estabamos saliendo de la adolescencia, un viaje de ese tipo recien lo podriamos haber hecho cuando trabajaramos, cuando pudieramos ahorrar para un pasaje, cuando fueramos grandes. Pero a ella no le permitieron ser grande, y yo creci de golpe aquel dia. Consegui un empleo de recepcionista en un consultorio medico y ahorre hasta que pude pagarme un pasaje barato a Espana y, luego, el tren mas economico de Madrid a Santiago de Compostela, un tren que paraba en casi todas las estaciones. Mi camino de Santiago fue ese, desde Buenos Aires y sin caminata. Al poco tiempo de instalarme en esta ciudad, consegui trabajo tambien de recepcionista pero en un hotel, adonde llegaban a diario peregrinos de una fe que yo ya no tenia. Quizas vine hasta aqui no solo para cumplir el deseo de Ana, sino para entender por que algunos si creen en un cuento inverosimil narrado una y mil veces despues de tantos siglos. Hoy tengo una libreria en la misma ciudad. Despues de que deje mi primer empleo en el hotel, trabaje durante muchos anos como vendedora en el salon y luego como encargada. Cuando el dueno murio, sus herederos me propusieron comprarla con tantas facilidades que aun hoy les agradezco la oportunidad de quedarme para siempre con ella. En esta libreria voy a morir, no tengo dudas, es mi lugar en el mundo. Esta ubicada en una calle por donde pasan peregrinos a diario. No se detienen a comprar libros antes de llegar a su meta, la Catedral de Santiago; apenas miran de reojo la vidriera. Pero varios de ellos, luego de instalarse en un hotel o en un refugio, vienen a mi libreria y eligen algun ejemplar.
Si no conocen el idioma, se llevan al menos uno de fotos de la ciudad. Aqui termina su caminata, asi que ya no le temen a cargar peso. Los oigo hablar, decodifico sus gestos, cada tanto entiendo sus lenguas. No tengo dudas de que muchos de los que caminan tampoco creen en ningun dios, de que son tan ateos como yo. No es la religion lo que los lleva a hacer el Camino de Santiago. Marchan con el objetivo de llegar a un sitio concreto, de tener una meta, una certeza. Y probarse que pueden cumplir lo que se propusieron como un desafio. Creen en si mismos, en su perseverancia, en su fortaleza fisica y animica para no abandonar antes de llegar. En eso ponen su fe, en ellos mismos. Una fe que siento bastante mas cercana a la mia. Yo podria ser uno de esos peregrinos ateos. --Disculpa, Lia... --Angela, la encargada de la libreria, abrio la puerta de mi oficina sin golpear. --Si... --dije disimulando el malhumor que me provoco la irrupcion. --Te buscan en recepcion... --?Quien? --pregunte sin mayor interes. --Una tal Carmen Albertin.
Me costo unos instantes comprender lo que Angela acababa de decirme. Oir el nombre de mi hermana junto al apellido de Julian me sorprendio. Sabia que se habian casado tiempo despues de que el abandonara el seminario, me lo habia dicho mi padre en una carta. Me enoje cuando me lo conto, si bien habia aceptado que mantuvieramos una correspondencia periodica y amorosa de padre e hija, tambien habiamos acordado, a mi pedido, que a menos que se descubriera quien habia matado a Ana, nuestro intercambio epistolar no incluiria noticias mias ni de ellos. Era nuestro pacto, el compromiso de que seguiriamos buscando la verdad. Pero, ademas, yo no estaba dispuesta a leer nada que me remitiera a aquello que habia dejado atras, ni estaba dispuesta a revelar como habia construido mi nueva vida. Solo queria seguir en contacto con mi padre, necesitaba su voz, aunque fuera por escrito. A pesar de saber que Carmen se habia casado con Julian, nunca habia asociado el nombre de mi hermana con ese apellido: Carmen Albertin. Nosotras eramos las hermanas Sarda. Carmen, Lia y Ana Sarda. Ana la linda, la de los ojos azules, la que se ponia colorada cuando mi padre le decia pimpollo frente a terceros y escondia la cara detras de su cabello castano. Angela esperaba una respuesta. Yo habia quedado en blanco, no atinaba a decir nada. Ella insistio: --En cuanto dijo el nombre agrego que eran familiares tuyos. --?Por que hablas en plural? ?Carmen y quien mas? --Su marido.
Supongo. No me lo presento, pero da la impresion de que son un matrimonio. ?Si quieres pregunto? No hacia falta, no habia dudas. Eran ellos, mi hermana habia decidido volver a dirigirme la palabra treinta anos despues y yo debia decidir si me prestaba a su juego o no. Carmen, desde ninas, habia sido siempre quien definia a que jugabamos, cuando y que rol nos tocaba a cada una. No cabia ninguna posibilidad de que Ana o yo nos quejaramos por su decision. Si nuestra hermana mayor habia aceptado compartir algun tiempo con nosotras, eso ya era suficiente, y teniamos que estar agradecidas, por mas que a mi me asignara, una y otra vez, el papel de la tia soltera. Cambiar sus planes, los que fueran, no entraba dentro de su cosmovision, el mundo de Carmen era Carmencentrico y, si sus hermanas menores osabamos modificar alguna de sus indicaciones, la insubordinacion era castigada con el silencio, la burla o el destierro infantil a los lugares mas solitarios y oscuros de nuestra casa. Durante la infancia y parte de la adolescencia, la obedecimos casi reverencialmente. Carmen no solo era la mayor, sino aquella persona a la que Ana y yo mas temiamos en esa casa; un miedo que no sentimos por nuestros padres, ni siquiera por nuestra madre, que hacia muchos meritos para espantarnos. Fuera de casa, mi hermana era otra cosa, nunca entendere como lograba ser carismatica, agradable, seductora, ni bien pasaba el umbral. Estoy segura de que si le hubiera preguntado a Angela que impresion le habia dado Carmen en ese primer encuentro, me habria respondido: !Muy maja!. Esa habilidad de mi hermana mayor para ser dos personas muy distintas, una con nosotros y otra con el resto del mundo, creo que era lo que mas me enojaba de ella. Pero para cuando Carmen se presento en mi nuevo mundo, nuestra infancia habia quedado muy atras. Y mis miedos y enojos, tambien.
O eso crei. --?Los hago pasar, Lia? ?O prefieres verlos en el salon?
.
libro catedrales
libro catedrales de espana
libro catedrales precio
libro catedrales resumen
libro catedrales del mundo
libro catedrales opiniones
libro catedrales critica
catedrales mas grandes del mundo
catedrales de marmol
catedrales mas altas del mundo
catedrales en paris
catedrales goticas francia
catedrales mas bonitas del mundo
catedrales
catedrales claudia pineiro
catedrales goticas
catedrales de espana
catedrales claudia pineiro
catedrales claudia pineiro pdf
claudia pineiro libros
claudia pineiro
claudia pineiro catedrales
claudia pineiro biografia
claudia pineiro tuya
claudia pineiro el reino
claudia pineiro kirchnerista
claudia pineiro twitter
claudia pineiro una suerte pequena
claudia pineiro y marcelo pineyro son hermanos
Descargar CATEDRALES gratis pdf
Suponemos que deseas saber de qué manera puedes leer CATEDRALES en línea o descargar CATEDRALES pdf sin coste a fin de que puedas tener el libro sin comprarlo.
Si estás en esta web es por el hecho de que buscas la manera de bajar CATEDRALES en pdf, tristemente nosotros no ofrecemos la descarga de CATEDRALES sin coste, ya que esto es algo ilegal, tampoco podemos ofrecerte leer CATEDRALES en línea en pdf por el mismo motivo.