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Resumen del libro
Inmaculada Pinero entro en el juzgado dispuesta a defender un caso dificil. Se trataba de una mujer que, durante un periodo de su vida dominado por las drogas, habia perdido la custodia de su hija de cuatro anos en favor del padre. Tres anos mas tarde, y completamente rehabilitada, luchaba por recuperarla. El caso la habia marcado, como madre que era, y estaba dejandose la piel para ayudar a su cliente. El abogado del padre luchaba por que no se le concediera ni siquiera la custodia compartida y solo tuviera derecho de visita, siempre bajo la supervision de una tercera persona. Durante varios dias, habia aportado documentacion de medicos, psicologos y personal sanitario. Isabel Blanco estaba totalmente rehabilitada, lo habia logrado gracias a su profundo deseo de recuperar a su hija, y ella estaba dispuesta a ayudarla. Las mujeres debian apoyarse unas a otras, estaba convencida de que lo lograrian, a pesar de que el abogado paterno era un hueso duro de roer. El magistrado que llevaba el caso no daba pistas de hacia que lado se inclinaria, pero estaba segura de que tenia que imponerse la justicia, y no se podia privar a una madre de su hija por un error del pasado. Se reunio con su cliente en la antesala del juzgado donde se libraba la causa y alli se entero de una triste noticia: el juez habia sufrido un derrame cerebral aquella madrugada y habian tenido que sustituirlo. La vista se aplazaba cuarenta y ocho horas para que el nuevo magistrado tuviera ocasion para ponerse al dia. --?Quien es el sustituto? --pregunto a uno de los empleados presentes. --Uno que tu conoces muy bien --respondio con sorna. --Conozco a todos los magistrados de este juzgado --dijo sacando su voz mas dura de <
--!No puede ser! ?Raul? ?Mi marido? --En efecto, su senoria el magistrado Hinojosa. Cerro los ojos con fuerza. !Debia haber un error! Nunca coincidian en un caso, habia sido un acuerdo al que llegaron cuando el consiguio la judicatura, y siempre habian logrado mantenerlo. El rechazaba los casos en que ella estaba implicada, y viceversa. Se aparto un poco para telefonearle. Raul respondio al primer timbrazo, como si esperase su llamada. --Dime, Inma. Mal asunto. Ni carino ni preciosa. Solo Inma, lo que significaba que no hablaba Raul, sino el juez. --Acabo de enterarme de que vas a juzgar mi caso. --En efecto. --Raul, decidimos evitar estas situaciones. --No he podido negarme. Serrano ha sufrido un derrame cerebral del que no se va a recuperar y en este momento no hay otro companero disponible.
No se convertira en algo habitual, descuida. --No me gustaria que alguien cuestionara tu sentencia. --Puedo asegurarte que el hecho de que seas mi mujer no influira en mi imparcialidad. Desde este momento y hasta que, una vez estudiados a fondo los documentos del caso, dicte sentencia, seras solo la abogada Pinero. Y te agradeceria que, para evitar suspicacias, no me llames durante las horas de trabajo. --De acuerdo, senoria --recalco el tratamiento. Corto la llamada y regreso junto a su cliente para informarle de que se habia cancelado la sesion aquella manana. Dos dias despues, se volvieron a reunir en el juzgado de familia. Inma evito mirar a su marido, sentado frente a ella, para que nadie pudiera adivinar como le ponia verlo desempenar su papel de magistrado. En aquel momento, era solo el juez que llevaba el caso. Ya se lo demostraria aquella noche cuando llegaran a casa. Era la vispera de San Valentin y aun no sabia que sorpresa habia escogido Raul para celebrarlo, pero ella se le iba a tirar al cuello en cuanto asomara por la puerta. Que su hija Marta ya se hubiera ido de casa tenia sus ventajas. Se sentaron en espera de que se leyera la sentencia. Raul presentaba su aspecto mas profesional y por mucho que lo miro no logro encontrar sus ojos.
Su marido se tomaba muy en serio su faceta profesional. Pero a medida que escuchaba su entusiasmo, se fue viniendo abajo. La sentencia no era ni por asomo la esperada. Negaba de forma tajante la custodia a la madre y limitaba las visitas a una hora semanal, en presencia de un familiar y en la casa paterna. Sintio la furia crecerle dentro, pero logro controlarse. Miro a su marido, que permanecia serio y circunspecto, evitando sus ojos. El la conocia lo suficiente para saber como se sentia y tambien el enfrentamiento que tendrian cuando estuvieran a solas. El tipo del que ambos querian evitar no aceptando los mismos casos. Inma aguardo a estar en su casa para dar rienda suelta a su furia. No queria montar un espectaculo en el juzgado y mucho menos dar pie a habladurias sobre su matrimonio. Raul la esperaba tranquilo, con una copa en la mano. En el ambiente, flotaba el olor de una infusion relajante, lo que la enfurecio aun mas. !Si esperaba calmarla con tila, valeriana u otra de sus mezclas iba apanado! Estallo nada mas verlo. --!Te sentiras satisfecho con tu sentencia! --La considero justa. --?Justa? ?Te parece justo privar a una madre de su hija? --En este caso, si.
Mostraba la expresion imperturbable con que se revestia en los juicios. --Deja la cara de juez para los tribunales, ahora te estoy hablando yo. --Me esta hablando la letrada Pinero, puesto que me reclamas una sentencia. --Claro que te la reclamo, porque se que ha sucedido. Has dictado en mi contra para que no te acusen de favorecer a tu mujer. --Eso no es cierto. He fallado de acuerdo con mi criterio de justicia. No me puedo creer que cuestiones mi imparcialidad. --?No sientes lastima por esa pobre madre? Esta rehabilitada y lleva limpia de dogas casi un ano. --He visto los informes medicos. --?Y te los pasas por el forro? --No me los he pasado por ningun sitio. Solo que no he pensado en ella a la hora de dar mi veredicto. --!No, claro que no! Has pensado en el padre. Los hombres os apoyais unos a otros. Vosotros cometeis un error y os creeis merecedores de ser perdonados, pero si lo hace una mujer, entonces pierde todo derecho a enmendar sus errores.
--He pensado en la nina. --?Y crees que estara mejor con su padre y con la novia de este? --De momento, si. --?De momento? --Inma, he leido los informes psicologicos de la pequena y siente miedo de su madre. --Porque los recuerdos que tiene no son agradables, necesita cambiarlos. Pero ahora, gracias a ti, eso no sucedera. --Habra una revision del caso en un ano y, si para entonces tu cliente ha sabido ganarse el afecto de su hija, se planteara un cambio de sentencia. De momento, no permitire que una pequena pase miedo para que tu te salgas con la tuya. --Este es el motivo por el que no debemos trabajar en los mismos casos, porque acabaremos tirandonos los trastos a la cabeza. --No he podido evitarlo. --?Seguro, su senoria? --Seguro, letrada. Incapaz de contener su enfado, Inma salio del salon y se encerro en el despacho. El resto de la tarde y la cena la pasaron en un tenso silencio. La noche, cada uno en un extremo de la gran cama, evitando tocarse. Y amanecio el dia de San Valentin. Era una fecha que para ambos tenia muchos recuerdos y siempre la celebraban con intensidad.
Desde aquel ano en la Facultad de Derecho en que el le envio un precioso centro de flores con un poema de Becquer. Cada ano le correspondia a uno organizar algo especial para el dia de los enamorados, y aquel ano, el honor era de Raul. Pero Inma se sentia tan enfadada que no deseaba ninguna celebracion. Sin siquiera un beso fraternal, se marcharon a sus respectivos trabajos. Sumergirse en papeleo y legajos la hizo relajarse un poco y olvidar que aquel era un dia especial. No fue a comer a casa, tomo algo cerca del bufete y continuo trabajando. Raul no la habia llamado, debia estar tan enfadado como ella. A media tarde, llamaron a la puerta del despacho. Se acerco hasta el portero electronico. No esperaba ningun cliente. --?Si? --?Inmaculada Pinero? Una entrega. Abrio con la esperanza de que no fuese una bomba enviada por algun cliente ofuscado. Minutos despues salia del ascensor un repartidor cargado con un precioso centro de flores, identico al que Raul le habia enviado en la facultad. Sintio el corazon golpearle con fuerza en el pecho mientras recibia el obsequio, daba una propina al repartidor y buscaba la tarjeta que estaba segura de encontrar. Hallo unas palabras manuscritas en la alargada caligrafia de su marido.
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megustaleer.com/autor/ana-lvarez/0000104205/ Un atardecer en el reloj del sol Arlene Sabaris El atardecer dibujaba el cielo con tonos naranja y dorado que se colaban por las nubes, prenandolas de luz. El sol se despedia en su espectacular ceremonia, ensimismando al fotografo que intentaba capturar los ultimos instantes de vida de aquella tarde moribunda. La contextura menuda del joven le permitia moverse rapidamente, casi saltando por los adoquines que cubrian la calle. Ella lo miraba extasiada, prendida de su imagen juguetona, danzando en plena Zona Colonial, con su camiseta blanca con un simbolo de paz impreso en azul claro al centro, y sus pantalones en mezclilla. El sonido de la campanilla de un heladero resonaba insistente para atraer a los pequenines que caminaban en los alrededores en compania de sus padres. La plaza de Espana, en la ciudad primada de America, Santo Domingo, era uno de los lugares favoritos de Iveth y Gaston, no solamente para que el hiciera fotos, sino tambien para pasear, bailar, visitar los museos o simplemente observar a la gente conversar en los parques; pero tambien era el lugar favorito de muchas familias para disfrutar una tarde de domingo, volar cometas, montar bicicletas o arriesgarse en la pendiente con un par de patines. Gaston debia tomar fotografias para un reportaje del periodico local, sobre la historia de los mas iconicos elementos de la Zona Colonial, a proposito de los 525 anos de su fundacion. Su novia lo acompanaba solo por el placer de estar con el y porque, claro, le encantaba visitar esa parte de la ciudad, sobre todo cuando ya caia la noche. El Museo de las Casas Reales se erguia imponente al inicio de la plaza, y el Reloj del Sol que se situaba justo al frente, a simple vista parecia los restos de una antigua columna olvidada. En el mismo lugar en el que fuera establecido desde 1753, la estructura proyectaba las seis de la tarde usando el movimiento de la tierra y la sombra generada por el triangulo isosceles integrado en la parte superior. Iveth se dirigio al borde de la inmensa muralla colonial, donde los arcaicos canones reposaban y servian de asiento y marco de recuerdos a los que recorrian la plazoleta. Se sento en uno de los muros, tratando de que sus pantalones largos en mezclilla le protegieran del contacto con el empedrado caliente. El seguia tomando fotos de la vista general de la plaza y suspendio todo por un instante para acercarse a ella, con la sonrisa a flor de piel. --Iveth, ?crees que manana habra menos gente a esta hora? --le pregunto enfocando hacia ella el lente de su camara.
--Es sabado, amor. Manana es domingo y habra misa en todas las iglesias, asi que probablemente habra mas personas aqui. ?Por que? --le pregunto a la vez que acomodaba uno de sus rizos rebeldes. --Solo pensaba en que tal vez podiamos volver para ver el reloj mas temprano, hacer las fotos cuando la sombra este, no se, a las tres de la tarde --le dijo, solto la camara y la dejo colgar de su cuello para darle un sencillo beso en los labios. --No voy a regresar manana, tengo cosas que hacer, Gaston. Ademas, ya le dijimos a Gabriela que iriamos a su fiesta para conocer el sexo del nuevo bebe. No puedo faltar, empieza a las cuatro de la tarde y prometi ayudarla --respondio ella en tono de protesta. --Muy bien, de acuerdo. ?Y que te parece si venimos despues? --indago con la esperanza de que contestara de forma positiva. --Gaston, no es saludable trabajar en fin de semana, ?no crees? Podemos hacer otra cosa -- replico ella convencida de que era una muy mala idea. La blusa blanca de finos tiros que dejaba descubierta parte de su espalda, exhibiendo sus pecas, no era suficiente para librarla del sofocante calor de aquel febrero en mitad del caribe. Ya habian tomado fotos por al menos dos horas desde el principio de la calle Las Damas, y estaba cansada de caminar. Ignoro el comentario de su novio y se puso de pie para acercarse al heladero que seguia agitando sin cansancio su campanilla. Pidio un helado de frambuesas y empezo a comerlo, no sin antes preguntarle a su acompanante si queria uno tambien, a lo que el se nego. Gaston la miraba inquieto.
A sus veintiseis anos, una mezcla de emocion y nervios lo invadia; la mujer despampanante con la que apenas tenia un par de meses saliendo, la que, aunque no lo parecia, lo superaba en edad por casi diez anos, la que ya se habia casado y divorciado antes de que el siquiera terminara la universidad, se paseaba a su alrededor comiendo un helado de frambuesa, ajena a lo que el estaba a punto de hacer. Se habia enamorado de ella de manera instantanea. Salia de una piscina cuando la vio entrar saludando a un amigo en comun con el que conversaba. Llevaba una blusa ajustada de tirantes en color piel que revelaba un escote atractivo y cubierto de pecas, con un pantalon de yoga negro que llegaba a sus tobillos. El cabello castano pelirrojo envuelto en un mono que dejaba escapar los rizos por todo el borde de su bellisimo rostro ovalado. Sus gafas oscuras ocultaban unos ojos marrones de infinita profundidad, que solo habia podido ver en detalle cuando Andres los presento. Se disculpo por la humedad de sus manos y la desnudez de su bien formado torso cuando la saludo por primera vez, sin embargo, aquel primer contacto habia definido el resto de su vida, asi lo veia el. El frances, recien llegado, se habia enamorado perdidamente de la dominicana que sin dudas habia quedado tambien prendada de el. Salieron juntos esa misma semana y desde entonces se hicieron inseparables. El trabajo de ella como gerente general en una agencia de viajes le daba la libertad de compartir en distintos espacios con el fotografo, que con los meses se convirtio en su delirio. Ninguno de los dos esperaba que la relacion creciera tan vertiginosamente, sin embargo, pasaron juntos la Navidad, el Ano Nuevo y cada dia libre que pudieron durante seis meses. Gaston estaba convencido de que ella era la mujer de su vida, y habia elegido ese fin de semana para pedirle que lo fuera formalmente. Las fotos, aunque eran un compromiso real, no fueron mas que la excusa para llevarla al lugar y al momento del dia donde queria pedirselo. Espero a que ella terminara de comer el helado y la tomo de la mano para conducirla de nuevo al borde de la muralla, donde la cargo y la sento para que quedara de frente. Del sol quedaba un rastro moribundo oculto en las nubes tenidas de rojo, y la brisa timida continuaba agitando el cabello de ambos.
--Eres la mujer mas hermosa que vi en toda mi vida... --dijo el acariciando su mano. --!Oooh! Gracias, amor. Tu eres el hombre mas galante que he conocido yo --lo interrumpio ella sosteniendo con ambas manos el rostro de Gaston, sumergida en laguna azul de sus ojos. --Desde que te conoci, la palabra amor cobro sentido para mi. Contigo descubro cada dia todo lo que puedo ser, y la mejor parte es que no tengo que dejar de ser yo, un amante de la sencillez que se esconde en el vaiven de una ola o en la complejidad de un retono que florece. No te ries de mis locuras, pero ries conmigo. --Gaston... ?que...?--dijo ella confundida, soltando su rostro con las manos temblorosas, mientras su corazon latia con fuerza descomunal. --Dejame terminar... Y no quiero ver a ninguna otra mujer nunca mas. Por eso... --continuo, puso una rodilla al aire y la otra en el suelo, y saco de su bolsillo una pequena caja dorada. --?Gaston...? --repitio con la voz ahogada en un sollozo. --Te pido que te cases conmigo. --Abrio la caja y expuso ante ella un anillo de compromiso que brillaba con el reflejo de los ultimos rayos de sol. Los ojos de Iveth se nublaron enseguida y salto del muro para abrazar a Gaston, que seguia arrodillado en la plaza empedrada con la mano extendida. Lo rodeo y entonces el se puso de pie, tomo su mano para ponerle el anillo y, sin perder la sonrisa, ambos se fundieron en un beso humedo y largo que duro hasta que la luna ilumino la plaza. Y asi fue como Iveth y Gaston se comprometieron al pie del reloj del sol, en el instante en que la sombra del sol desaparece y deja de marcar la tarde para que la noche se apodere del cielo.
Los curiosos se acercaron y llenaron la plaza de aplausos que la pareja no escuchaba, y la muralla que siglos atras habia sido testigo silente de la guerra, en ese momento era testigo del amor.
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